Vale, cómo se hacía uno de éstos? Escribo cositas por aquí y tú lo lees cuando te da la gana? ¡Mola! Ah, y acabo de descubrir como subir imágenes de alta calidad, así las disfrutas en toda su gloria en 4k!
Al lío: han pasado ya unos meses desde que volví de Japón (desde Abril, vaya vago estoy hecho), por lo que va siendo hora de contaros el viaje. El motivo principal por el que he tardado tanto es porque estaba un poco de bajón con esto de la cuarentena, que tenía que portarse como un huésped: «Si, tranquilo, solo es cosa de uno o dos días, una semana como mucho…». Ya sabes de que va el tema.
A lo mejor notáis una gran diferencia con el tono de escritura. Quiero intentar algo diferente, con un humor un poco más irónico, esparciendo imágenes stock. A ver que os parece.
A ver… comida. Comer es de lo mejor. Uno de los motivos principales por el cual uno viaja a Japón es por la cocina local. Infinitamente hermosa y sobrecogedoramente (si, acabo de adverbiar un adjetivo) deliciosa. «¡Pero Alex!», os oigo gritar a la pantalla, esperando una respuesta en vano. «¿No se supone que toda la comida japonesa es pescado crudo y carne prohibitiva?». Bueno, mi querido lector… ¡no!
Pero vamos a entrar en detalle sobre cómo un país con más de 126 millones de habitantes consigue comer más de dos tipos de comida (un día os explico en profundidad el maravilloso mundo del «ramen»). Hoy me centraré en una de las mejores experiencias gastronómicas de mi vida, llegando casi al nirvana o tantrismo espiritual.
Aburrido hasta el delirio en la casa donde estaba, harto de escuchar como mi compañero de habitación gritaba porque es un poco manco a la hora de jugar online (intentad adivinar a qué juego, con picos y palas), me puse a ver como podía ocupar el día en grupo, visitando algo nuevo. Lo de encontrar gente en un país nuevo, durante una pandemia, en las afueras de la ciudad, a punto de volver a España, pues… no es fácil. Hice lo que cualquier persona sensata habría hecho: Googlear y meterse en webs remotas, intentando encontrar grupitos donde unirme a visitar barrios de Tokyo.
Por suerte, encontré un grupo con el cual casi se garantiza volver a casa con ambos riñones, sino que también podría visitar el mercado de pescado más grande del mundo: Tsukiji!
Abierto en 1935 y con literalmente cientos de puestos para comprar todo lo relacionado con la cocina, es una parada obligatoria para todo aquel que tiene las papilas gustativas aún funcionando (los kebabs a 3€ no ayudan en este aspecto). La mayor parte del mercado (sobre todo la sección al por mayor) ha sido trasladada a Toyusu, a un sitio más seguro y moderno (hay muchos huracanes y terremotos en Japón). Ahí podrás ver subastas de atunes que van por varios millones de euros.
Sanae, nuestra guía, hizo un magnífico trabajo preparando y llevándonos durante más de tres horas por gran parte de la zona pública, empezando por un enorme templo budista en las afueras,
Esta fue la primera parada (que no recuerdo el nombre y San Google no consigue ayudarme):
Qué mejor forma de empezar el día con un poco de sushi para desayunar. El chef nos sirvió varias piezas, cada una mejor que la última. Después de varias semanas en Japón, por fin consigo probar o-toro (corte graso del atún), pescado apenas unas horas antes de engullirlo cual energúmeno. El cuidado y atención del maestro que estaba preparando cada bocado era una forma increíble para empezar el tour. Con una cálida sonrisa (en un inglés sorprendentemente fluido), nos explicaba cada pieza; qué pez, como fue preparado, si iba acompañado con algo (verduras, wasabi, etc). No podía estar más feliz.
Después de ello, anduvimos un poco un montón por la zona, rodeados por un océano inacabable (¡ja, coña acuática!) de puestecillos, pequeños y grandes, cubiertos hasta las tejas de joyas del mar. Había incluso un sitio donde pude hacer el ridículo, posando haciendo como si estuviese pescando, ¡perfecto para mis necesidades turísticas!
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