¿Quién no quiere escaparse de Madrid? Poder alejarse del caos y del bullicio, buscando tranquilidad en la montaña, rodeado de comida hogareña, croquetas y paisajes  verdes (o blancos, gracias a todo lo que está cayendo este invierno), es algo magnífico. Por ello, presento Rascafría, un pueblo de la Sierra Norte de Madrid

Me encantan los pueblos con agua

Recuerdo que de pequeño fui a un campamento de verano en esta zona durante un par de semanas. No me hizo mucha gracia la experiencia, ya que en el segundo día me tropecé con algo, caí mal y acabé rompiéndome la muñeca, por lo que estuve con escayola todo el campamento. Pero si recuerdo con una sonrisa los múltiples paseos por el pueblo, el Embalse de Lozoya, las veces que montamos a caballo… 

A lo mejor padezco nostalgia por la zona, la cual intento visitar una o dos veces al año, pero hoy quiero compartir un puñado de sitios especiales para mi, para poder aprovechar una escapadita de fin de semana (o entre semana, no soy quien como para decir cómo ha de hacer las escapadas la gente).

Voy a intentar un nuevo formato de entrada, definiendo dónde comer y dónde dormir, así no hay que trabajar para tener un plan: de eso me encargo yo. 

¿Tirar de menú, croquetas legendarias…?

Empecemos por el Restaurante Conchi. Sencillo y un tanto escondido, pero conocido por todos por sus camareras: un par de señoras con mucho encanto y calidez. Algo que quiero destacar de aquí son las croquetas de setas y queso picón. Enormes y cremosas, recién hechas y siempre apetecibles. 

Hogareño y sencillo

El resto de la carta no se queda atrás: un chuletón que, tras haberlo pedido en 3 o 4 ocasiones diferentes, nunca he conseguido terminar por lo enorme que es. Acabo llevándomelo a casa y sirviéndolo en unas tostas con queso brie y pimientos por encima. La última vez que fui probé un hojaldre de puerros que fue una grata sorpresa: muy suave, crujiente y cremoso. Soy muy carnívoro (sobre todo cuando voy a restaurantes), pero reconozco que lo volveré a pedir.

En verano es imprescindible pedir su sangría casera. Llena de fruta, sabor y con completa falta de amargura. Algo muy importante: nada de resaca aunque uno se beba la jarra entera. Muy limpia.

¿O mejor una comida de montaña?

Otro gran sitio para ir a comer es en el restaurante La Abuela. Tienen una buena terraza y sirven posiblemente el único secreto ibérico que realmente he disfrutado (siempre que lo pido en otros sitios, o está seco, o lleno de grasa). La última vez que fuí me decanté por el cordero y, ¡cómo me alegro de haberlo pedido! No es exactamente barato (44€ por la pierna de lechal, para dos) pero se nota que era un auténtico cordero lechal ya que tenía esa dulzura que no tienen los corderos alimentados por pienso o hierba. La salsita que lo acompañaba era espectacular.

Muy rústico y acogedor

Uno no se puede ir sin probar su gloriosa tarta de chocolate. Espero que tengas el hostal u hotel cerca, porque tras una porción hay que hacer la digestión de la mejor forma posible: ¡siesta! Lo cual me lleva a…

¿Dónde dormir?

El pueblo no es muy grande, con apenas 1600 habitantes, por lo que no hay mucho donde elegir. Un sitio al que he ido varias veces y que recomiendo es el Caserón de Trastámara. Maribel, la dueña, es una señora encantadora que trata a los huéspedes no como si fuese un hotel, sino como si uno se quedase en su propio hogar. Por 75€ por noche, se puede reservar una habitación doble con desayuno, para disfrutar del calorcito del edredón hasta altas horas de la mañana para después visitar los pueblos cercanos con el coche o…

¿Qué hacer por ahí cerca?

Sugiero vivamente aparcar en el parking del Monasterio de Santa María de El Paular y visitarlo brevemente, para luego encontrar una paz zen máxima subiendo por el sendero que lleva hasta Las Presillas. Me encanta pasear y pararme a medio camino, ya que hay un riachuelo un poco escondido, lejos de los demás caminantes, donde poder leer un libro (o un blog, jejeje) mientras se disfruta del chapoteo del agua.

El embalse con vistas a Pinilla del Valle

Si hace bueno (sobre todo en verano), suelo aparcar en Pinilla del Valle, un pueblo cercano, y recorro gran parte del embalse a pie. No está tan frío como parece, por lo que bañarse (aunque ahora no, por el “bicho”) y tomar un par de cervezas en su orilla, es muy agradable. Si uno va con los niños o un perro, es diversión garantizada, pero a solas es una desconexión total, que a veces también hace falta.

Bueno, espero haber dado alguna idea para esa escapadita. Próximamente publicaré alguna entrada más, hablando de otras zonas de la Comunidad de Madrid (ya que no se puede salir). Quién sabe para la próxima: o me alejo mucho más (Buitrago del Lozoya o Montejo de la Sierra) o pruebo el sur (zona de Chinchón). Por el momento, si uno se encuentra en la zona Oeste de Madrid, recomiendo Cebreros.

¡Habrá que esperar y verlo!